El buceo, o apena para algunos, es un deporte que implica contacto directo con la naturaleza y un deleite indudable para los amantes de la flora y fauna marina. Sin embargo, conlleva una serie de riesgos que deben ser tomados en consideración si se desea salir de esta experiencia sin pasar un mal rato.
Accidentes de oído
Debido al alto grado de presión que existe en las profundidades del mar y su influencia directa en el sistema respiratorio humano, es sencillo saber que puede ocasionarse desde una lesión de tímpanos, hasta accidentes cerebro-vasculares. Para evitar este tipo de desgracias, tragar y masticar porciones de saliva durante la inmersión beneficia a que se intente y logre sincronizar con la velocidad de la respiración del buzo, no usar tapones y evitar a toda costa hacer una inmersión si se tiene sinusitis o alguna enfermedad respiratoria.
Intoxicaciones por gas
Es un mal que afecta al buzo cuando sobrepasa profundidades de 40 metros y que gradualmente va intensificando sus síntomas a medida que se desciende, aunque sus efectos pueden desaparecer mientras se va ascendiendo a la superficie. Ello dependerá del estado físico del buzo y de la capacidad de adaptación que se tenga, por descabellado que parezca, pues se precisará de, al menos 15 días de entrenamiento previo y una práctica con mucha determinación para desarrollar esta capacidad de tolerar ciertos niveles de exceso de los gases del tanque.
Los primeros signos aparecen, por lo general, sobre los 35 metros de profundidad, cuando el individuo siente un desenfrenado estado de euforia y bienestar, o lo que se conoce más comúnmente como una alta dosis de adrenalina, a medida que se desarrolla el descenso. Entre los 60 y 80 metros, el estado de embriaguez puede afectar el comportamiento, aumentando el tiempo de reacción del individuo y mermando potencialmente su capacidad de atención, siendo la única forma de tratarlo la ascensión a la superficie una vez se note la aparición de los primeros efectos.
En estas aventuras es recomendable que cada persona conozca sus propios límites y a sabiendas de ellos y en la medida en que vaya adquiriendo sus aptitudes para esta actividad, sepa en qué momento puede trascender esos límites.